El consumo de cigarrillos electrónicos ha aumentado en todo el mundo, y la percepción de que son inofensivos ha llevado a que los niños y adolescentes se vuelvan adictos a estos dispositivos. Los cigarrillos electrónicos no ayudan a dejar de fumar y hay pruebas alarmantes de que perjudican la salud. Además, aquellos que nunca fumaron, principalmente adolescentes y jóvenes, comienzan a consumirlos.
Los cigarrillos electrónicos se han introducido en el mercado y se están promocionando de manera agresiva dirigida a los jóvenes. En la actualidad, 34 países prohíben su venta, 88 países no han establecido una edad mínima para comprarlos y 74 carecen de normativas sobre estos productos nocivos.
El consumo de cigarrillos electrónicos es mayor entre los niños de 13 a 15 años que entre los adultos en todas las regiones de la OMS. Por ejemplo, en Canadá, se duplicó entre los jóvenes de 16 a 19 años entre 2017 y 2022, y en Inglaterra (Reino Unido) se ha triplicado en los tres años más recientes.
Toda exposición a material promocional de los cigarrillos electrónicos en las redes sociales, por breve que sea, puede generar el deseo de probarlos y actitudes positivas hacia ellos. Los estudios muestran sistemáticamente que los jóvenes que consumen cigarrillos electrónicos tienen casi tres veces más probabilidades de fumar cigarrillos posteriormente.
El uso de cigarrillos electrónicos eleva en el aire los niveles de nicotina, partículas, compuestos orgánicos volátiles, hidrocarburos aromáticos policíclicos, carbonilos y metales como el aluminio.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado sobre la necesidad de una pronta regulación de estos productos debido a sus efectos dañinos. Según la OMS, los cigarrillos electrónicos solo deberían usarse por prescripción médica, como una medida para ayudar a dejar el tabaco, y debería estar prohibido su uso en interiores y ambientes públicos.
En resumen, es crucial tomar medidas para prevenir el consumo de cigarrillos electrónicos entre niños y jóvenes debido a los riesgos para la salud asociados con su uso. La regulación y la educación son herramientas clave para lograr este objetivo.
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